
En mayo - junio de 2014, mientras todo el mundo seguía girando con relativa normalidad, yo vivía una cuarentena que nunca hubiera imaginado posible. Desde el 4 de mayo hasta el 23 de junio, casi exactamente 40 días, estuve entre ambulancias y cuartos de hospitales, con visitas limitadas, después de sufrir un accidente de caballo que resultó en una paraplejía definitiva de la cintura para abajo. De un día para el otro todas mis actividades normales se vieron interrumpidas, y nunca volverían a ser iguales. Mi mente estaba intacta, pero ahora tendría que aprender a manejar mi cuerpo de una manera muy distinta, pues la médula ya no conectaba mi cerebro con ningún miembro bajo la vértebra torácica 6 (a la altura de donde terminan las costillas). La interrupción de mi rutina fue total. Desde el trabajo, como es obvio, hasta el cuidado de mis hijos, pues ahora era yo la que necesitaba de muchos cuidados. Ni siquiera la rutina de levantarme, bañarme, vestirme, …. iba a ser igual nunca más.
La cuarentena que estamos viviendo ahora tiene muchas similitudes con aquella: un cambio drástico e irreversible que trae consigo incertidumbre y miedos. En esta ocasión, no en un cuarto de hospital sino en la comodidad de mi casa, pero igual una interrupción total a la rutina. En mi caso, como mamá y profesora, me ha costado mucho aprender a manejar el “Colegio Virtual”. Nunca he sido muy buena con la tecnología, pero en estos días me ha tocado descargarme y explorar algunas aplicaciones, grabar vídeos, editarlos, crear páginas web, diseñar juegos, entre otros. ¡Además, extraño mucho ver a mis compañeras de trabajo y alumnos en persona! También he aprendido que es más fácil trabajar con una clase de 24 que con un sólo hijo propio que sabe claramente probar los límites de su mamá… mucho más que los de sus profesores. Muchos hemos tenido que aprender ciertas tareas del hogar que estaban delegadas. La sensación de encierro, incluso para los que tenemos el privilegio de tener un espacio verde a donde salir, da claustrofobia. Compartir el espacio las 24 horas, 7 días a la semana con nuestra familia también es un reto. Pero quizá lo más grave de todo es angustiarse por el futuro, y por la gente que vive al día. Está claro que la crisis económica que ya empezó se agudizará y que nuestras vidas no serán iguales que antes. El tema del distanciamiento social también es nuevo para todos… ¿hasta cuándo? ¿en qué momento (si es que...) podremos volver socializar como antes? ¿qué se nos viene?
Es por esto que me decidí a escribir este blog. Porque en mi primera cuarentena, logré estar en paz y concentrarme en sonreír desde el corazón, limitando a mi mente a concentrarse en el presente y no angustiarse por el futuro. Condicionando mi mente a ser sencilla, logré ser feliz a pesar de las circunstancias: sencilla mente feliz. Ese es el mensaje que quisiera transmitir en este escrito. Espero que llegue a quien tenga que llegar.

A los pocos días de mi accidente fue el cumpleaños de mi marido, y en el mismo mes, el mío y nuestro aniversario. A pesar de las circunstancias, ¡no me faltaron las ganas de celebrar la vida y la familia!
Hasta yo me sorprendo de que los días de mi primera cuarentena fueron mágicos y de un crecimiento espiritual exponencial. Ahora veo atrás y puedo reconocer mi EVOLUCIÓN y enorgullecerme de ser más fuerte de lo que jamás imaginé posible. Somos seres en constante evolución, en un mundo en constante evolución, en un universo en constante evolución. En otros momentos de la historia de la humanidad, y en otras geografías incluso en este preciso momento, han habido y hay pestes, guerras, desastres naturales… En la historia de nuestro planeta han habido extinciones, glaciaciones…. Y en tiempos remotos nuestro universo ni siquiera existía. La naturaleza evoluciona a pesar de nosotros. También nosotros los humanos tenemos nuestra parte en esa evolución. Desde algo tan terrible como el calentamiento global, hasta algo tan maravilloso como los avances en la ciencia y en la medicina (aunque limitados como podemos comprobar en este momento), que han permitido mejorar la calidad y extender la expectativa de vida. Más aún, como individuos, estamos en constante evolución. No nos queda otra que adaptarnos a los cambios que no dependen de nosotros. Justamente las crisis más fuertes son las que nos impulsan a evolucionar más profunda y aceleradamente.
“Las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se adaptan mejor al cambio.” Charles Darwin

Le agradezco a Dios sobretodo por la PAZ que tuve al momento de mi accidente y en los inciertos días venideros. A pesar de que al instante que recobré consciencia después de la caída (que fue a los pocos minutos) supe, no sé cómo, que no iba a poder caminar… lo que me invadió fue una sensación de profunda paz y felicidad de saber que seguía viva y con mi mente intacta. Me identifico con la frase de la Madre Teresa de Calcuta que dice: "La paz comienza con una sonrisa". Y yo añadiría: una sonrisa de todo el cuerpo, desde el fondo del corazón. Una mezcla de agradecimiento y felicidad profundos.
Mis papás y mi marido estaban de viaje, yo estaba con dos de mis hermanos y sus familias, y mis hijos. Mientras viajaba en la ambulancia a Quito, sentí una luz que nos envolvía a mi hermana y a mí y pude hablar con absoluta calma y claridad con el doctor y familiares para ponerles al tanto de mi accidente. Incluso salió una anécdota tragicómica para la familia, porque cuando mi papi le preguntó a mi hermana como estaba yo, ella le dijo: “Tranquilo, está con Dios.” Como uno se puedo imaginar dentro de estas circunstancias, mi papá pensó que yo había muerto y casi se desmaya.
Ese día y durante los siguientes que estuve hospitalizada, sentí algunas veces esa luz y otras sensaciones increíbles de la manifestación de la presencia de Dios. Me acuerdo que cuando más dolor tuve fue cuando, después de la operación en la que me reconstruyeron la columna vertebral, se me fue el efecto de la anestesia general. Era la segunda operación de mi vida, y las dos veces me pasó algo similar: parece que los analgésicos que administran después de la anestesia general por algún motivo no tienen el efecto esperado en mi organismo. El dolor era tal, que llegó un momento en el que me acuerdo haber pensado: “Diosito, no me puedo imaginar lo que Tú habrás sentido al ser crucificado. Lo que sé es que yo ya no puedo con este dolor, lo pongo en Tus manos para que me ayudes”. Me quedé dormida y me levanté con mucho menos dolor. Seguro fue también efecto de los nuevos analgésicos que me administraron, pero no dudo que Dios tuvo su parte.
Cuando tenemos dolor o angustia, pienso que lo mejor que podemos hacer es dejarlo en las manos de Dios. Él encontrará la manera de quitarnos la carga. La vida no se detiene, pero nosotros sí podemos detener a nuestra mente y confiar, tener fe.
“La fe no hace las cosas fáciles, hace las cosas posibles” Lucas 1:37
En otras ocasiones sentí que Dios me hamacaba en la cama del hospital como a un bebé, haciéndome sentir tranquila y en paz. Además, gracias a unas sesiones de hipnosis que me hizo mi amiga del alma Carolina Sevilla, y a una hermosa música a la que me introdujo, logré sentirme invadida de esta sensación de paz y felicidad absolutas en varias ocasiones. En estos momentos cruciales de mi vida me di cuenta, más que nunca, de todas las bendiciones que tengo. Dos canciones en particular que me siguen llenando el alma cada vez que las escucho, y me transportan a esa sensación son “I am so blessed” y “The Healing Song” de Karen Drucker. Creo que en momentos de dificultad es importante darnos un tiempo para mimarnos y dejarnos mimar.

También aprendí a valorar los placeres sencillos de la vida. Por ejemplo, después de más de un mes de únicamente recibir baños de esponja en una cama de hospital, la primera vez que pude ducharme fue ¡absolutamente maravilloso!
Aunque suene increíble, recuerdo los días que estuve en el hospital como un tiempo muy especial que atesoro en mi alma. Fueron unos días de mucho crecimiento personal. De conocerme, reconocer mi fortaleza y reconfortarme a mí misma. De sentir el amor de Dios y de mi familia y amigos más intenso que nunca. Conté con el apoyo incondicional de mi familia, gracias a quienes tenía la absoluta certeza de que mis hijos estaban bien cuidados, y que en cuanto a mi salud y recuperación, estaban tomando las mejores decisiones posibles. Conté con las oraciones de mucha gente querida, misas organizadas para pedir por mi salud, hermosos mensajes por redes sociales, flores, regalos, estampitas, agua bendita… hasta un video con mensajes de motivación y cariño en el que participaron más de 60 compañeros- amigos del Colegio. Conté con el apoyo de mis compañeros de trabajo para que todo siga adelante en mi ausencia. Conté con doctores y profesionales de la salud que, además de ser excelentes profesionales, son personas maravillosas, tales como el Dr. Sebastián de la Torre, el Dr. Alvaro Dávalos, el Dr. Nelson Maldonado, el Dr. Manuel Sempértegui, la Dra. Verónica Ayala y muchos otros, además de unos cuantos fuera del país.
Además, abrí mis ojos y mi alma a un “mundo” desconocido para mí, el de la discapacidad, y he conocido a gente maravillosa de la que aprendo todos los días, que seguramente, de no ser por mi accidente, nunca hubiera conocido. Ahora comprendo desde lo más profundo de mi corazón la frase:

“La discapacidad es la capacidad de ser extraordinariamente capaz”
Groucho Marx

Como cada persona reacciona de distinta manera a las crisis, mi primera cuarentena fue de paz y amor desbordantes. Quizá, en términos psicológicos, estaba en proceso de negación e incluso viviendo una euforia por estar viva. Sea lo que sea, agradezco por esa bendición.
Después vendrían momentos muy duros: de miedos, de aceptación de una nueva vida, de aprender nuevas rutinas, de cambios muy dolorosos como el fin de mi matrimonio… Pero también momentos maravillosos… Así es la vida, ¿no? Se construye de momentos.
Me siento bendecida porque incluso en los momentos más duros he logrado tener la certeza de que “todo va a estar bien” , y a la final todos han aportado para mi evolución.
También agradezco la bendición de estar viviendo esta segunda cuarentena en paz, y espero que seamos muchos los que podamos sentirla y evolucionar a pesar de las dificultades que estamos viviendo y se nos vienen. Sé que es más fácil sonreír y sentir paz desde un espacio cómodo y rodeada de amor. Pido a Dios sobretodo por las personas con dificultades económicas y condiciones incómodas donde pasar esta cuarentena. Tratemos de ayudar en lo que nos sea posible, y seguro Dios hará el resto. Tengamos fe y no perdamos esa sonrisa de corazón que nos da paz y esperanza.
Muchas gracias! Me siento muy honrada de que mi historia le de un mensaje de esperanza y tranquilidad. Otra vez gracias por sus hermosas palabras!
Gracias por compartir su historia llegué a conocerla en un momento difícil de mi vida y realmente saber un poquito de su historia hizo que me diera cuenta de el gran significado de vida, es realmente inspirador escuchar su historia deja un lindo mensaje de esperanza y tranquilidad vivir una vida de sencillez en nuestra alma . Soy su fan.